GONZALO ARIZA

Por Germán Arciniegas

En Ariza no hay nada exótico. Revolucionó la pintura, y trajo, es cierto, elementos japoneses. Pero si hay algo auténticamente propio de Colombia, que traduzca la naturaleza del paisaje colombiano, es la pintura de Ariza. Revolucionó las dimensiones de los cuadros. El punto de vista para contemplar el paisaje. La perspectiva. Pero la fidelidad en la interpretación del páramo, de la tierra caliente, son excepcionales. Convivió con los campesinos. Madrugaba para sentir en su propia carne lo que iba a pintar. Tenía una sensibilidad que a veces se nos antoja oriental para aproximarse a ciertos estados de la naturaleza. Su multiplicación del Tequendama es casi una leyenda que parece traída del lapón pero elaborada al golpe de nuestra cascada fabulosa. Se fue Ariza y da la impresión de un pastor que va guiando un rebaño de paisajes fabulosos.



Gonzalo Ariza (Bogotá 1912-1995). Pintor colombiano reconocido por sus paisajes nebulosos. Entre 1931 y 1935, estudia en la escuela de Bellas Artes. Estudió grabado en Japón, especializándose en aguafuerte y litografía. Fue profesor de la Academia de Bellas Artes entre 1940 y 1942. En 1945 inaugura una individual en la Biblioteca Nacional de Bogotá y publica su ensayo: Pintura en Colombia. Obtuvo el primer premio en el VII Salón de Artistas Colombianos con su obra cuadro Montañas de tierra templada. En 1946 expuso en la Biblioteca Nacional. En fue nombrado Primer Secretario de la Embajada colombiana en Tokio. En 1985 fue galardonado con la orden Kun Santo Zuimoshio del gobierno japonés. La Galería Alfred Wild expone una amplia muestra de sus cuadros en 1985. Son famosos sus paisajes: Cafetal (1964), Camino de herradura (1973), Frailejones en Chingaza (1974), El monte Fuji y el lago Ashiroko (1975), Cielo de Bogotá (1978).